12/26/2024

fanfic UN NUEVO AMANECER PARA CANDY. El Legado en sombra ~ Capítulo 7


Capítulo 7

El viaje hacia lo desconocido


El primer tren del día avanzaba a través de paisajes rurales y verdes colinas, alejándose del Hogar de Pony y llevando a Candy, Daniel y Miranda hacia Italia. El viaje era largo, pero el silencio que reinaba entre ellos era pesado, como si las palabras no fueran suficientes para expresar lo que cada uno sentía en su interior. A medida que los kilómetros se sucedían, los pensamientos de Candy se agitaban.

 

Sentada junto a la ventana, veía pasar los campos, las pequeñas casas y el reflejo de su propio rostro en el cristal. Pensaba en Albert, en lo que debía estar enfrentando tan lejos de su hogar, ayudando a combatir una pandemia devastadora. Sentía orgullo por él, pero también preocupación. Albert siempre había sido alguien en quien podía confiar, su figura paternal y protectora siempre la hacía sentir segura, pero ahora él estaba inmerso en un mundo de caos y peligro.

 

A su lado, Miranda miraba fijamente al horizonte, perdida en sus propios pensamientos. Daniel, en cambio, parecía inquieto, jugueteando con el ala de su sombrero y mirando de vez en cuando hacia Candy. Desde que habían compartido sus secretos, parecía más cercano a ella, como si el hecho de revelar su verdad los hubiera unido de alguna manera que ambos no podían explicar del todo.

 

Candy notó su mirada, y cuando los ojos se encontraron, ambos sonrieron tímidamente. Fue un gesto sutil, casi imperceptible, pero algo cálido se sintió en el ambiente. No era el momento de pensar en nada más que en lo urgente: encontrar a Albert y obtener respuestas. Pero, a pesar de la seriedad del viaje, había una leve chispa de conexión entre ellos, una sensación de compañía que les daba fuerzas para enfrentar lo que estaba por venir.

 

En el compartimento, el sonido rítmico de las ruedas sobre los rieles acompañaba el silencio reflexivo de los tres viajeros. Daniel hojeaba un pequeño cuaderno, perdido en sus anotaciones, mientras Miranda observaba a través de la ventana, absorta en sus pensamientos.

 

Candy, por su parte, fijaba la mirada en el paisaje que pasaba rápidamente ante sus ojos. Aunque el presente la llamaba con fuerza, su mente viajaba al pasado. Le parecía increíble pensar en cuánto había cambiado su vida desde que llegó al Hogar de Pony siendo una niña.

 

—¿En qué piensas? —preguntó Miranda, rompiendo el silencio, al notar la expresión distante de Candy.

 

Candy sonrió ligeramente antes de responder.

 

—En cómo todo comenzó... en el día en que fui adoptada y me separé de Annie. Recuerdo lo mucho que lloré cuando el carruaje nos llevó por caminos parecidos a estos. Tenía tanto miedo... pero la hermana Lane me dijo que cada final lleva a un nuevo comienzo. En ese momento no entendí lo que quería decir, pero ahora veo que tenía razón.

 

Miranda dejó de mirar por la ventana y dirigió toda su atención a Candy.

 

—Y ese nuevo comienzo te trajo hasta aquí, a ser quien eres ahora —dijo con una calidez inesperada en su tono.

 

Daniel levantó la vista de su cuaderno y miró a ambas mujeres con interés.

 

—Es fascinante cómo los recuerdos nos moldean. Incluso los momentos más dolorosos terminan construyendo algo en nosotros, aunque no siempre lo notemos de inmediato. ¿Cómo era esa niña que lloraba en el carruaje?

 

Candy rió suavemente, una risa que parecía contener tanto nostalgia como gratitud.

 

—Era una niña testaruda, con un espíritu fuerte, aunque en ese momento no lo sabía. Nunca habría imaginado todo lo que vendría después: los desafíos, las despedidas, pero también las personas maravillosas que conocí... como Albert, Terry... —Candy bajó la voz al pronunciar el nombre, dejando que una pausa se instalara entre ellos.

 

Daniel percibió la intensidad en sus palabras, pero no dijo nada, respetando el momento. Miranda, en cambio, le ofreció una mirada comprensiva.

 

—Tal vez este viaje sea otro de esos nuevos comienzos —aventuró Miranda, intentando animarla.

 

Candy asintió lentamente.

 

—Eso espero. A veces siento que este viaje no es solo para ayudaros a vosotros, sino para encontrar algo que me falta, aunque no estoy segura de qué es.

 

La conversación quedó suspendida cuando el revisor llamó a la puerta del compartimento, avisando que estaban cerca de su destino. El puerto se acercaba, y con él, la siguiente etapa del viaje. Mientras recogían sus cosas, Daniel observó a Candy con una mezcla de admiración y curiosidad.

 

—Puede que este viaje te sorprenda más de lo que esperas —dijo con una leve sonrisa, como si supiera algo que ella no.

 

Candy no respondió, pero en su interior sintió que él tenía razón. Había algo en este viaje que parecía diferente, como si el pasado y el presente se estuvieran entrelazando para llevarla hacia un futuro inesperado.

 

Ya en el barco que avanzaba majestuoso sobre las aguas tranquilas del Atlántico, su silueta recortándose contra un horizonte infinito. Candy se apoyaba en la barandilla del puente, dejando que el aire salado le acariciara el rostro. Había algo liberador en ese momento: el cielo abierto, el vaivén constante de las olas y la sensación de estar en un viaje que, aunque incierto, la llenaba de esperanza.

 

—Es impresionante, ¿verdad? —comentó Daniel, acercándose a su lado con las manos en los bolsillos.

 

Candy sonrió, sin apartar la mirada del horizonte.

 

—Sí, siempre me ha fascinado el mar. Me recuerda que hay tanto por descubrir, tanto más allá de lo que conocemos.

Daniel asintió, aunque su mirada se desvió hacia Candy.

 

—Eres como este océano, Candy. Tranquila en la superficie, pero con una profundidad que no muchos pueden entender.

 

Candy se sonrojó ligeramente, riendo para romper la seriedad del momento.

 

—No exageres, Daniel. Solo soy alguien que intenta encontrar su lugar en este mundo, como todos.

 

Mientras hablaban, Miranda se unió a ellos, llevando consigo una libreta en la que había estado escribiendo durante el trayecto.

 

—Espero que estéis disfrutando de la tranquilidad, porque cuando lleguemos a tierra firme, será un cambio de ritmo —bromeó, aunque en su voz había una nota de alivio.

 

El viaje en barco resultó ser una pausa inesperada en su camino, una oportunidad para descansar de las tensiones acumuladas y para acercarse como compañeros de viaje. Las largas conversaciones bajo las estrellas, los paseos por la cubierta y las risas compartidas durante las comidas crearon un lazo que ninguno de ellos había previsto.

 

Cuando finalmente desembarcaron en Europa, una fresca brisa les dio la bienvenida. Sin perder tiempo, tomaron el tren que los llevaría hacia Italia. El vagón era pequeño pero acogedor, y el ritmo constante del tren parecía devolverlos a la realidad después de los días tranquilos en el barco.

 

Candy, sentada junto a la ventana, observaba cómo el paisaje iba cambiando. Las verdes colinas y pequeños pueblos parecían salidos de un cuento, con sus techos de tejas y campanarios que anunciaban la cercanía de Italia.

 

—Es como estar en un sueño —dijo Miranda, rompiendo el silencio mientras miraba por la ventana del otro lado.

 

Daniel asintió, acomodándose en su asiento.

 

—Un sueño que nos acerca cada vez más a nuestro destino. Aunque, si soy sincero, no me importaría que este viaje durara un poco más.

 

Candy se giró hacia él, con una sonrisa que parecía reflejar sus propios sentimientos.

 

—A veces, los viajes no se tratan solo de llegar, sino de lo que encontramos en el camino.

 

Mientras el tren continuaba su trayecto hacia Italia, los tres sintieron que, de alguna manera, este viaje estaba cambiándolos. No sabían qué les esperaba al llegar, pero había algo en esa tranquilidad que les daba fuerzas para lo que vendría.

 

El tren finalmente se detuvo en una pequeña estación cerca de la frontera con Italia. El paisaje había cambiado por completo; las montañas se alzaban imponentes, y el aire era aún más frío. Candy descendió del tren con una mezcla de expectación y nerviosismo. Sabía que Albert debía estar cerca, trabajando junto a médicos y enfermeros en la lucha contra la pandemia.

 

—Estamos cerca —dijo Candy, dirigiéndose a sus acompañantes, quienes asintieron con rostros serios.

 

Daniel, siempre observador, se acercó a ella mientras caminaban hacia el campamento médico. Había algo en su expresión que mostraba gratitud, pero también algo más, una especie de admiración silenciosa.

 

—Gracias por todo lo que has hecho —murmuró, sin mirarla directamente—. No todos habrían arriesgado tanto por personas a las que apenas conocen.

 

Candy sonrió, mirando de reojo a Daniel. Había algo en sus palabras que la tocó profundamente. No era solo una muestra de agradecimiento, era una conexión que estaba creciendo entre ellos, aunque ninguno lo dijera abiertamente.

 

—Siempre he querido ayudar a quienes lo necesitan —respondió Candy suavemente—. No importa cuán difícil sea la situación.

 

El silencio que siguió estuvo cargado de significados no expresados, de pensamientos que ambos guardaron para sí mismos mientras continuaban su camino hacia el campamento.

 

Cuando llegaron, la vista fue impactante. Tiendas blancas se alzaban por todo el campo, y un constante ajetreo de médicos, enfermeras y pacientes llenaba el lugar. El sonido de la tos y el jadeo de los enfermos llegaba desde todas direcciones, creando un ambiente sombrío y cargado de angustia.

 

—Esto es peor de lo que imaginaba —dijo Miranda, observando el panorama con una expresión de horror.

 

Candy no tardó en buscar a Albert entre la multitud, y su corazón dio un vuelco cuando lo vio, con su inconfundible porte alto y su cabello rubio revuelto, dirigiendo a los médicos con la seguridad y el carisma que siempre lo habían caracterizado.

 

—¡Albert! —gritó Candy, corriendo hacia él.

 

Albert se giró, y cuando sus ojos se encontraron, una expresión de alivio y sorpresa se formó en su rostro.

 

—¡Candy! —dijo, abriéndole los brazos.

 

Candy corrió hacia él, y por un momento, todas sus preocupaciones se desvanecieron. Albert la abrazó con fuerza, como si no quisiera soltarla nunca. El reencuentro estaba lleno de emociones; después de todo lo que habían pasado, verse de nuevo era un consuelo en medio de tanta oscuridad.

 

—No sabía que vendrías —dijo Albert, mirándola con cariño, pero también con preocupación—. Este no es un lugar seguro.

 

Candy negó con la cabeza, sin poder evitar sonreír al verlo.

—No podía quedarme sin hacer nada. Además, necesitamos tu ayuda.

 

Albert miró a Daniel y Miranda, quienes se mantenían a cierta distancia, observando el emotivo reencuentro. Rápidamente, Candy le explicó todo: la pandemia, la persecución de los periodistas y la situación crítica en la que se encontraban.

 

Albert escuchó con atención, asintiendo lentamente.

 

—Es mucho lo que está en juego —dijo finalmente, dirigiendo su mirada hacia Daniel y Miranda—. Pero si hay algo que podemos hacer, lo haremos. Aquí nadie debe enfrentar el peligro solo.

 

El campamento médico se convirtió en su nuevo hogar temporal. Candy, Daniel y Miranda se quedaron allí, ayudando en lo que podían mientras trataban de mantenerse alejados de las autoridades. Durante los días que siguieron, la relación entre los tres era bastante profunda. Candy se sentía más cercana a Daniel con cada conversación, con cada mirada intercambiada. Aunque su prioridad seguía siendo ayudar a los demás y encontrar una manera de salvar vidas, en lo más profundo de su ser, empezaba a sentir algo diferente, algo que crecía con cada día que pasaban juntos.

 

Sin embargo, las palabras nunca salían. Era solo un sentimiento sutil, escondido entre las líneas de sus conversaciones y los silencios compartidos. Tal vez, pensaba Candy, ese no era el momento de pensar en ello. Había demasiado en juego.

 




Todos los derechos reservados de la obra
CANDY CANDY
Pertenecen a sus respectivas autoras y editoriales
© Yumiko Igarashi · Keiko Nagita · Kodansha, Ltd. & Toei Animation Co., Ltd.
Japón 1975
 
 
 
 
UN NUEVO AMANECER PARA CANDY
El legado en sombras
 
Es una idea original de
© José Antonio Godoy Rivero [Tsukino]
España 2003 / 2024
 
Novelización

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