Capítulo 5
La búsqueda de respuestas
Los días en el Hogar de Pony
transcurrían con una serenidad engañosa. Aunque la rutina seguía siendo la
misma, el ambiente estaba cargado de tensiones no dichas. Candy, siempre
ocupada con los niños y las tareas del orfanato, no podía apartar de su mente
las revelaciones de Daniel y Miranda. La preocupación por la pandemia de gripe
española y, sobre todo, por Albert, la mantenía en constante alerta.
Era temprano por la mañana
cuando Candy decidió que no podía seguir viviendo con tantas preguntas sin
respuesta. Después de todo, su espíritu indomable siempre la había empujado a
actuar cuando algo estaba mal. Sabía que no podía quedarse de brazos cruzados
mientras sus amigos, y probablemente miles de personas más, sufrían a causa de
la enfermedad.
La primera señal de que
necesitaba encontrar respuestas llegó a través de sus contactos médicos.
Durante una de sus visitas a la ciudad para recoger suministros, Candy se
encontró con el doctor Martin, un médico local que había trabajado con ella en
tiempos difíciles. Conversaron sobre la situación sanitaria actual, y fue él
quien le confirmó algo que hasta entonces solo era un rumor: Albert estaba en
Italia, involucrado en la investigación para combatir la pandemia.
—He oído que Albert Ardlay
está trabajando con un equipo médico en Roma —le había dicho el doctor Martin
mientras revisaba una serie de documentos—. Parece que está muy involucrado,
tanto financiera como personalmente. Se han establecido campamentos médicos en
varias zonas rurales, tratando de detener el avance de la enfermedad.
Las palabras del médico
resonaban en la mente de Candy mientras regresaba al Hogar de Pony. El orgullo
que sentía por Albert era innegable, pero también crecía en ella una profunda
preocupación. Sabía que Albert no era de los que se quedaban de brazos cruzados
cuando podía hacer una diferencia, pero Italia estaba sumida en el caos, y la
situación sanitaria era crítica. La idea de que él estuviera en medio de todo
eso, en contacto constante con la enfermedad, no le dejaba descansar.
Aquella noche, Candy no pudo
dormir. Su mente la traicionaba, imaginando escenarios cada vez más oscuros.
Veía a Albert agotado, trabajando hasta el límite de sus fuerzas en los
campamentos médicos, rodeado de personas enfermas. No quería dejarse llevar por
el miedo, pero los fantasmas de la guerra y la peste parecían haberse instalado
en su alma.
Al día siguiente, mientras
los niños jugaban por la colina, Candy decidió que ya no podía callar sus
preocupaciones. Buscó a Daniel, que estaba en la biblioteca improvisada del
orfanato, rodeado de papeles y escribiendo notas para lo que parecía ser un artículo.
Cuando Candy entró, él levantó la vista, dándose cuenta inmediatamente de que
ella tenía algo importante que decir.
—Daniel —empezó Candy, con
un tono que reflejaba tanto preocupación como determinación—. He descubierto
dónde está Albert exactamente.
Daniel dejó su pluma sobre
la mesa, y Miranda, que estaba a su lado revisando documentos, levantó la
mirada con interés.
—Está en Italia —continuó
Candy—, trabajando con un equipo de médicos para encontrar una cura para la
gripe. Me lo contó el doctor Martin. Está haciendo todo lo posible para ayudar
a las personas que están sufriendo. Pero no puedo dejar de preocuparme por él.
Italia está en una situación crítica, y Albert siempre ha sido alguien que se
involucra más de lo que debería.
Daniel asintió lentamente,
comprendiendo la gravedad de la situación.
—Si Albert está involucrado
—dijo Daniel—, entonces seguro que las cosas están peor de lo que creíamos. Él
no se lanzaría a una crisis de esta magnitud si no fuera extremadamente
necesario.
Candy miró a ambos
periodistas, tratando de no dejarse llevar por la angustia que sentía en su
pecho.
—Creo que deberíamos ir a
buscarlo —propuso finalmente—. Albert sabrá qué hacer. Si hay alguien que puede
ayudarnos a encontrar una solución, es él. Además, estaré más tranquila
sabiendo que está bien.
Miranda se mordió el labio,
pensativa. No era una decisión fácil. Sabían que viajar a Italia en esos
momentos sería peligroso, no solo por la pandemia, sino también por las
autoridades que los perseguían. Sin embargo, también sabían que quedarse
escondidos en el Hogar de Pony no era una opción a largo plazo.
—Candy tiene razón —dijo
Miranda, finalmente rompiendo el silencio—. No podemos quedarnos aquí para
siempre, esperando que todo se solucione por sí solo. Si Albert está en Italia,
tal vez él pueda ofrecernos una salida, o al menos algún tipo de ayuda.
Daniel suspiró, sabiendo que
la decisión ya estaba tomada. No podían ignorar la urgencia de la situación. Si
la pandemia seguía extendiéndose sin control, el mundo entero estaría en
peligro.
—Está decidido, entonces
—dijo Daniel, mirando a ambas mujeres—. Iremos a Italia a buscar a Albert.
Candy sintió una mezcla de
alivio y ansiedad al escuchar esas palabras. Sabía que el viaje no sería fácil,
pero la idea de reunirse con Albert le daba esperanza. Mientras tanto, en lo
profundo de su corazón, una pequeña semilla de miedo seguía creciendo. No podía
evitar preguntarse si, al llegar a Italia, las cosas serían mucho peores de lo
que imaginaba.
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