Capítulo 3
Ecos del
pasado
La noche había caído completamente sobre el Hogar de Pony, y el silencio sólo era interrumpido por el suave ulular de los búhos y el susurro del viento que se colaba entre los árboles. El cansancio del día hacía mella en Candy, que, tras ayudar a acomodar a Daniel y Miranda en la habitación de invitados, se retiró a la suya propia. Aunque el cuerpo pedía descanso, su mente no dejaba de divagar.
Acostada en su cama, miró al
techo, donde las sombras danzaban con la luz de la luna. Intentaba recordar el
rostro de Anthony, aquel primer amor que aún vivía en sus recuerdos. Desde su
muerte, Candy había tratado de seguir adelante, pero en noches como esta,
cuando el silencio la envolvía, los recuerdos volvían a aflorar con fuerza, y
con ellos, una tristeza profunda que aún no lograba disipar del todo.
También pensó en Terry, ese
amor intenso y doloroso, que la había marcado tanto como Anthony. Los
sentimientos por él habían sido tan complicados como apasionados, y aún hoy, a
pesar del tiempo, a veces se preguntaba qué habría sido de su vida si las cosas
hubieran sido diferentes.
El cansancio fue finalmente
más fuerte, y poco a poco, Candy cayó en un sueño profundo. Pero no fue un
sueño de paz. Al contrario, esa noche, sus pensamientos dieron paso a un sueño
vívido, casi tangible.
Candy se encontraba de nuevo
en la colina donde tantas veces había corrido de niña, aquel lugar que había
sido testigo de tantas risas y lágrimas. El aire era fresco, y el olor de las
flores silvestres llenaba sus sentidos. El sol brillaba en lo alto, pero había
algo extraño en todo aquello: una sensación de irrealidad, como si estuviera
atrapada en un recuerdo lejano.
De repente, una figura
familiar apareció entre las flores, caminando hacia ella con paso seguro. Su
corazón dio un vuelco al reconocerlo. Anthony. Su cabello dorado brillaba bajo
la luz del sol, y su sonrisa era tan dulce como la recordaba. Parecía más
joven, tal y como era cuando lo perdió.
—Candy —dijo él, con esa voz
suave que tanto extrañaba—. Ha pasado mucho tiempo.
Candy intentó hablar, pero
las palabras se atoraron en su garganta. La emoción de verlo de nuevo, aunque
fuera en un sueño, era demasiado abrumadora. Quería correr hacia él, abrazarlo
y asegurarse de que era real, aunque sabía que no podía ser.
—Anthony... —fue todo lo que
logró decir, mientras las lágrimas empezaban a acumularse en sus ojos.
Él se acercó, tomando
suavemente su mano entre las suyas. Su tacto era cálido, pero también efímero,
como si pudiera desaparecer en cualquier momento.
—Siempre estaré contigo,
Candy —dijo, mirándola con esa intensidad que la había cautivado desde el
primer momento—. No importa cuántos años pasen, estaré en tu corazón. Pero
debes dejarme ir. Tienes un camino por delante.
Candy asintió, aunque el
dolor en su pecho se hacía cada vez más fuerte. Sabía que Anthony tenía razón,
pero dejarlo ir completamente era algo que no había logrado hacer. ¿Cómo
olvidar a alguien que había significado tanto?
De repente, la escena
cambió. Las flores de la colina se desvanecieron, y en su lugar apareció el
teatro, ese lugar donde su corazón había latido con tanta fuerza al ver a Terry
por primera vez. El sonido de los aplausos llenaba el aire, y el rostro de
Terry emergió entre la multitud. Alto, imponente, con esa sonrisa irónica y el
toque de melancolía que siempre lo había acompañado.
—Candy... —su voz era
profunda, y a pesar del ruido que los rodeaba, ella podía escucharla
claramente—. ¿Todavía piensas en mí?
Candy lo observó, sin saber
cómo responder. Los sentimientos que había albergado por Terry eran diferentes
a los de Anthony. Con Terry había sentido pasión, dolor, euforia. Había sido un
amor más complicado, pero no por ello menos real.
—A veces —admitió
finalmente, bajando la mirada—. Pero ya no como antes.
Terry sonrió, esa sonrisa
que siempre la desarmaba.
—Eso es bueno, Candy. Tienes
que vivir tu vida. No me mires a mí, no mires atrás. Yo ya no formo parte de tu
futuro.
Ella quiso replicar, decirle
que él siempre tendría un lugar en su corazón, pero en ese momento, una ráfaga
de viento lo envolvió, y su figura comenzó a desvanecerse, al igual que la de
Anthony antes que él. Ambos amores, tan diferentes, se desvanecían en el
horizonte de sus recuerdos, dejándola sola en la vasta extensión de su sueño.
Candy sintió un peso en el
pecho, una mezcla de tristeza y alivio. Sabía que ese sueño no era casual. Su
mente estaba intentando decirle algo: que debía seguir adelante. Que aunque
esos amores formaban parte de su pasado, no podían seguir definiendo su futuro.
---
De repente, Candy despertó
sobresaltada. La luz de la luna iluminaba suavemente la habitación, y por un
momento, se quedó quieta, tratando de procesar lo que acababa de soñar. El
corazón le latía con fuerza, y sus ojos aún estaban húmedos por las lágrimas
que había derramado en el sueño.
Se levantó de la cama y se
dirigió a la ventana. El aire nocturno era fresco, y al mirar hacia el cielo,
lleno de estrellas, sintió una paz extraña. Tal vez Anthony y Terry, de alguna
manera, siempre estarían con ella, pero también sabía que ese sueño era una
señal de que debía vivir su presente.
Respiró hondo, dejando que
el aire le llenara los pulmones. El Hogar de Pony seguía en silencio, como si
el mundo no se hubiera dado cuenta de la tormenta interna que acababa de
experimentar. Pero para Candy, algo había cambiado. Esa noche, algo se había
soltado dentro de ella.
A lo lejos, el sonido de un
reloj dio las tres de la madrugada. Sabía que debía volver a la cama, pero no
podía evitar quedarse un rato más, mirando las estrellas, sintiendo que algo en
su vida estaba cambiando.
CANDY ❤CANDY
Pertenecen a sus respectivas autoras y editoriales
© Yumiko Igarashi · Keiko Nagita · Kodansha, Ltd. & Toei Animation Co., Ltd.
Japón 1975
❤
UN NUEVO AMANECER PARA CANDY
El legado en sombras
Es una idea original de
© José Antonio Godoy Rivero [Tsukino]
España 2003 / 2014
Novelización
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