12/25/2024

fanfic UN NUEVO AMANECER PARA CANDY. El Legado en sombra ~ Capítulo 2


Capítulo 2

Primeras impresiones

 

La brisa nocturna traía consigo el canto de los grillos y el murmullo lejano del riachuelo, como un arrullo para el alma, cuando el humilde vehículo, tirado por el paciente caballo, avanzaba por el polvoriento camino de regreso al Hogar de Pony. El ritmo de las ruedas de madera sobre la tierra creaba una melodía constante y relajante, acompañada por el sonido ocasional de la brisa fresca entre los árboles. Candy, sentada al frente con las riendas en las manos, guiaba al caballo con movimientos suaves y controlados. Los escritores, Daniel y Miranda, iban en silencio, absortos en sus propios pensamientos, observando con curiosidad el paisaje rural que los rodeaba. 


Miranda se sentía extraña. Acostumbrada a los bulliciosos entornos de las ciudades donde solía trabajar, el silencio del campo le resultaba desconcertante. La tranquilidad parecía casi abrumadora para alguien acostumbrada al ruido constante de los cafés llenos de humo y conversaciones clandestinas. Sus ojos, serios y afilados, recorrían cada detalle del paisaje como si quisiera memorizarlo todo, desde los campos verdes hasta las montañas en la distancia, cuyas sombras empezaban a alargarse con la caída del sol.


—Es tan... diferente —murmuró, más para sí misma que para los demás, mientras apretaba su chaqueta contra el pecho, como si necesitara aferrarse a algo familiar. 


—Sí, lo es —respondió Daniel, con una sonrisa relajada, apoyando los codos sobre sus rodillas mientras observaba el horizonte. Siempre había tenido facilidad para adaptarse, para encontrar belleza incluso en los rincones más inhóspitos—. A veces, la tranquilidad es lo que necesitamos después de todo lo que hemos visto.


Miranda asintió, aunque en el fondo no estaba segura de si alguna vez se acostumbraría a tanta paz. Su vida había sido todo menos tranquila. Había huido de muchas cosas, y ahora se encontraba en un lugar tan distante, tan ajeno a su mundo, que no sabía si podría bajar la guardia.


Candy, mientras tanto, escuchaba en silencio. Desde su asiento como chofer, sentía la tensión que emanaba de los dos pasajeros, aunque estos intentaran disimularlo. Había algo en sus rostros que le resultaba familiar: una mezcla de cansancio y temor, una expresión que ella misma había llevado durante años. Sabía reconocerla. Se preguntaba qué historias ocultaban estos dos escritores, qué los había traído hasta allí además de la curiosidad por la vida de una sencilla huérfana. 


—Estamos cerca del Hogar de Pony —dijo Candy, rompiendo el silencio mientras giraba ligeramente las riendas para guiar al caballo hacia una suave pendiente—. Es un lugar humilde, pero espero que se sientan cómodos. 


Los niños, que hasta entonces habían permanecido en silencio, comenzaron a agitarse con entusiasmo al ver que se acercaban. El Hogar de Pony siempre les había parecido un refugio seguro, y la llegada de visitantes era un acontecimiento emocionante. Los pequeños se apresuraron a señalar a lo lejos, donde las luces de la casa comenzaban a encenderse, visibles desde la distancia.


—¡Miren! ¡Ya casi llegamos! —gritó uno de los niños, agitando los brazos con emoción.


Miranda y Daniel intercambiaron una mirada, como si compartieran una preocupación tácita. La familiaridad y calidez del Hogar de Pony contrastaba bruscamente con la vida que habían dejado atrás. A medida que se acercaban, las tensiones de su situación parecían cobrar más fuerza, recordándoles que, aunque estaban en un lugar tranquilo, sus problemas no desaparecerían tan fácilmente.


El carromato pasó por un pequeño riachuelo, el agua brillando con los últimos rayos de sol, y luego ascendió la colina que llevaba al orfanato. Desde ese punto elevado, el Hogar de Pony se alzaba majestuoso y a la vez humilde, con su fachada de piedra desgastada pero firme, rodeado de árboles altos y jardines sencillos que daban vida al lugar.


Al llegar, la señorita Pony y la hermana Lane esperaban en la entrada, sonriendo con el rostro cálido que las caracterizaba. Las dos mujeres, encargadas de cuidar el orfanato desde hacía tantos años, irradiaban la misma bondad que Candy recordaba de su niñez. Mientras Candy detenía la carreta y ayudaba a sus invitados a bajar, las encargadas se acercaron para recibirlos con una calidez que contrastaba con la reserva de los recién llegados.


—Bienvenidos al Hogar de Pony —dijo la señorita Pony, extendiendo una mano hacia Miranda y Daniel—. Es un honor recibirlos aquí.


Daniel fue el primero en estrechar la mano de la mujer mayor, sonriendo con agradecimiento.


—El honor es nuestro —respondió él, con su voz cálida y grave—. Hemos oído hablar mucho de este lugar. Es... tal como lo imaginábamos. 


Miranda, aunque más reservada, también estrechó la mano de la señorita Pony, asintiendo con una leve sonrisa. Sus ojos se movían con rapidez, como si evaluara el entorno, buscando algo que tal vez ni ella misma supiera definir.


La hermana Lane se acercó con su acostumbrada sonrisa y se dirigió a Candy.


—Los preparativos están listos —dijo en voz baja, aunque el brillo en sus ojos delataba la emoción por la llegada de los visitantes—. Hemos arreglado la habitación de invitados para que puedan descansar.

 

—Gracias, hermana Lane —respondió Candy con una sonrisa, mientras se volvía hacia Daniel y Miranda—. Pueden descansar esta noche, y mañana podrán conocer bien a los niños y el lugar con más calma. Estoy segura de que estarán cómodos aquí.


Daniel asintió, relajándose un poco ante la calidez del recibimiento. Pero Miranda aún parecía inquieta, aunque intentaba disimularlo. Había algo en ella que no podía dejar ir, una tensión que Candy no lograba descifrar del todo. 


A medida que la noche caía sobre el Hogar de Pony, el aire se llenaba del suave sonido de los grillos y el murmullo del viento entre los árboles. Los niños se retiraron a sus habitaciones, después de haber observado con curiosidad a los nuevos visitantes, mientras Candy, la señorita Pony y la hermana Lane se aseguraban de que todo estuviera en orden para la noche.


Miranda y Daniel, ahora solos en su habitación, se sentaron juntos en el borde de la cama. La habitación era pequeña pero acogedora, con muebles sencillos y una ventana que daba al prado. El aroma de la tierra húmeda y las flores llenaba el aire.


—¿Crees que estamos seguros aquí? —preguntó Miranda en voz baja, rompiendo el silencio de la noche.


Daniel la miró durante un largo momento antes de asentir lentamente.


—Por ahora, sí. Pero no podemos quedarnos aquí para siempre. Lo sabes.


Miranda desvió la mirada hacia la ventana, donde la luz de la luna iluminaba suavemente el paisaje. Sabía que Daniel tenía razón, pero en ese momento, lo único que deseaba era un respiro, una pausa en la persecución implacable que había marcado sus vidas en los últimos meses.


—Solo por un tiempo —susurró, cerrando los ojos y dejando que el silencio del campo la envolviera.


Y mientras la casa se sumía en la tranquilidad de la noche, Candy se quedaba en la entrada, mirando el cielo estrellado. Una parte de ella sabía que la llegada de Daniel y Miranda no sería solo una visita casual. Algo más se estaba gestando en sus vidas, algo que pronto afectaría a todos en el Hogar de Pony.





Todos los derechos reservados de la obra
CANDY CANDY
Pertenecen a sus respectivas autoras y editoriales
© Yumiko Igarashi · Keiko Nagita · Kodansha, Ltd. & Toei Animation Co., Ltd.
Japón 1975
 
 

 
 
UN NUEVO AMANECER PARA CANDY
El legado en sombras
 
Es una idea original de
© José Antonio Godoy Rivero [Tsukino]
España 2003 / 2024
 
Novelización 
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