12/16/2024

fanfic UN NUEVO AMANECER PARA CANDY. El Legado en sombra ~ Capítulo 1

 Capítulo 1

Nuevos rostros en el Hogar de Pony

 

El sol comenzaba a descender, pintando el cielo con tonos dorados y naranjas que se desvanecían hacia el horizonte. Los campos alrededor del Hogar de Pony estaban bañados por esa luz cálida de finales de la tarde, mientras las hojas de los árboles danzaban suavemente con la brisa. Candy, de pie junto al carruaje, observaba con una mezcla de excitación y nerviosismo el camino que se extendía más allá de la colina. La carta de Albert había llegado hacía apenas unos días, y con ella, la promesa de una nueva aventura.

 

Querida Candy;

 

Espero que esta carta te encuentre bien. En los próximos días, recibirás la visita de dos escritores, Daniel y Miranda. Son personas de confianza que necesitan tu ayuda para documentar algunos aspectos importantes de tu vida y de los tiempos que estamos viviendo. Ellos han estado en contacto conmigo y les he sugerido que visiten el Hogar de Pony. Te pido que los recibas con la misma calidez que siempre has ofrecido a quienes lo necesitan.

 

Con cariño,

Albert.

 

Albert, con su siempre enigmático tono, había mencionado a dos escritores, Daniel y Miranda, que venían a conocerla. Aún no sabía mucho de ellos, solo que deseaban contar su historia, algo que ella nunca habría imaginado.

 

—Candy, ¿estás lista? —preguntó la hermana Lane, que se encontraba a su lado. La sonrisa de la mujer irradiaba calidez y tranquilidad, siempre un faro de serenidad en el Hogar de Pony.

 

—Sí, hermana Lane. Ya casi es hora de partir —respondió Candy, devolviendo la sonrisa antes de girar para revisar el carromato una vez más. El armatoste de madera, tirado por un robusto caballo de pelaje marrón claro, estaba adornado con mantas y cojines para que el viaje fuera lo más cómodo posible para los invitados. La estación de tren quedaba algo alejada, y aunque el carruaje no era el medio de transporte más rápido, le traía muchos recuerdos de su infancia, cuando el trayecto hacia el pueblo se hacía de la misma manera.

 

Los niños del orfanato se habían reunido a su alrededor, sus risas y charlas animaban el ambiente. Todos ellos sabían lo importante que era esa visita para Candy, aunque quizás no comprendieran del todo las implicaciones. Para ellos, solo era una nueva oportunidad de ver el mundo desde una perspectiva diferente, aunque fuera a través de los ojos de los extraños que estaban por llegar.

 

—¡Vamos, Candy! ¡Quiero ver el tren! —gritó uno de los niños, corriendo hacia ella con energía desbordante.

 

—¡Yo también quiero ir! —se sumó otro, dando pequeños saltos mientras trataba de llamar la atención.

 

—Tranquilos, tranquilos —dijo Candy riendo, mientras ayudaba a subir a los niños—. Solo los que se porten bien podrán acompañarme.

 

Los niños fueron acomodándose en el interior del cubículo de madera entre risas y juegos, mientras Candy tomaba las riendas con firmeza pero con una suavidad adquirida con el tiempo. El caballo relinchó levemente antes de comenzar a caminar con paso lento y constante, llevando al grupo hacia la estación de tren, un pequeño edificio de ladrillos rojos que se encontraba a las afueras del pueblo. El trayecto era tranquilo, solo acompañado por el sonido de las ruedas rodando sobre la tierra y el suave crujido de las ramas bajo el peso del viento.

 

Mientras el paisaje se desplegaba ante sus ojos, Candy no pudo evitar recordar otros viajes. El viento en su cabello le recordaba sus años pasados, aquellos en los que había viajado en busca de respuestas, amor y sentido. Los árboles se alzaban altos a su alrededor, como guardianes silenciosos del camino, y a lo lejos, las montañas se desdibujaban en la neblina vespertina, confiriendo al paisaje un aire místico y casi irreal.

 

Cuando llegaron a la estación, el tren ya había llegado. Una pequeña nube de vapor escapaba desde la caldera hinchada de la locomotora, y las ruedas de metal aún crujían por el esfuerzo de detenerse. Candy detuvo el carromato a unos metros de la plataforma y bajó con cuidado, alisando su vestido antes de caminar hacia el tren. Los niños la seguían con curiosidad, aunque se quedaban un poco atrás, sabiendo que este momento era importante.

 

Los pasajeros procedieron a descender, algunos con prisas y otros con pasos lentos. Finalmente, Candy los vio. Un hombre y una mujer. No tenían el aspecto de viajeros comunes, eso era evidente. La mujer, Miranda, era de complexión esbelta, con su cabello castaño oscuro recogido en un elegante moño que dejaba ver su rostro serio pero sereno. Llevaba un vestido sencillo pero refinado, de colores apagados, que contrastaba con el polvo y el desgaste del viaje. Junto a ella, Daniel era algo más desenfadado, con una chaqueta algo desgastada y una ligera sombra de barba que le daba un aire de viajero experimentado. Su cabello oscuro caía en mechones rebeldes sobre su frente, y en una mano sostenía un pequeño maletín de cuero que parecía haber vivido tantas aventuras como él.

 

—¿Candy? —preguntó Daniel, sonriendo con amabilidad al reconocerla por las descripciones que Albert les había dado. Su voz era profunda, con un tono cálido y amigable que de inmediato relajó cualquier tensión que pudiera haber en el aire.

 

—Sí, soy yo —respondió Candy, devolviendo la sonrisa mientras se acercaba a ellos—. Bienvenidos. Albert me habló de ustedes. Es un placer conocerlos.

 

Miranda asintió con la cabeza, manteniendo su postura firme pero cordial. Había algo en su mirada, un destello de preocupación quizás, o de cansancio. Candy lo notó de inmediato, pero no dijo nada. Sabía que el viaje había sido largo, y que era mejor darles tiempo para asentarse antes de comenzar a hacer preguntas.

 

—Gracias por recibirnos, Candy —respondió Miranda con una voz suave pero clara—. Hemos oído mucho de ti. Albert nos dijo que estarías aquí para ayudarnos, y ya lo apreciamos profundamente.

 

Candy sintió una pequeña oleada de alivio al escuchar esas palabras. Sabía que algo importante los había traído hasta allí, y aunque aún no entendía completamente sus motivos, estaba decidida a hacer todo lo posible para que su estancia en el Hogar de Pony fuera tranquila y segura.

 

—Suba por favor al carruaje. Nos espera un corto viaje hasta el hogar, donde podrán descansar y acomodarse —dijo Candy, señalando el vehículo que los esperaba a unos metros. Los niños, que hasta entonces habían permanecido curiosamente observando desde el borde del camino, comenzaron a agitarse con entusiasmo al ver a los nuevos visitantes.

 

—Se siente hermoso por aquí —comentó Daniel mientras ayudaba a Miranda a subir al carromato. Su voz tenía un toque de nostalgia, como si el paisaje le recordara algo de su pasado—. Este lugar es... diferente a lo que imaginaba.

 

—Lo es —respondió Candy mientras subía también—. Pero del mismo modo guarda sus propias historias y secretos.

 

Con las riendas en sus manos, Candy inició el camino de regreso al Hogar de Pony. El sol ya comenzaba a esconderse tras las colinas, y el aire fresco de la tarde envolvía a los viajeros en una tranquila promesa de lo que estaba por venir.






Todos los derechos reservados de la obra

CANDY CANDY

Pertenecen a sus respectivas autoras y editoriales

© Yumiko Igarashi · Keiko Nagita · Kodansha, Ltd. & Toei Animation Co., Ltd.

Japón 1975

 

 

UN NUEVO AMANECER PARA CANDY

El legado en sombras

Es una idea original de

© José Antonio Godoy Rivero [Tsukino]

España 2003 / 2024

Novelización

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