12/26/2024

fanfic UN NUEVO AMANECER PARA CANDY. El Legado en sombra ~ Capítulo 6

 

Capítulo 6

Un secreto revelado


El viaje a Italia comenzaba a tomar forma, aunque con más preguntas que respuestas. Candy no podía sacudirse la sensación de que algo más acechaba a Daniel y Miranda, algo más profundo que solo la pandemia o la persecución por parte de las autoridades. Había una sombra en sus ojos, una tensión constante que parecía crecer con cada día que pasaba. Candy, siempre intuitiva, percibía el dolor escondido bajo sus palabras y miradas, pero hasta ahora, no había querido presionarlos.

 

La mañana en el Hogar de Pony era fresca, el rocío se deslizaba lentamente por las hojas de los árboles, y el viento traía consigo el aroma a tierra húmeda y flores silvestres. Candy se encontraba ayudando a la señorita Pony y a la hermana Lane con las tareas del desayuno, sirviendo pan y leche caliente a los niños que ya correteaban por el comedor. Mientras tanto, Miranda y Daniel se mantenían en la distancia, observando el bullicio y la felicidad que reinaba en el orfanato.

 

—Es un lugar acogedor —comentó Miranda en voz baja, mirando a los niños jugar a través de la ventana abierta—. Casi parece otro mundo, lejos de todo el caos y el sufrimiento.

 

Daniel asintió, pero su mirada no reflejaba la paz que Miranda describía. Sus ojos estaban fijos en la distancia, como si sus pensamientos estuvieran en otro lugar, más allá de las colinas verdes que rodeaban el Hogar de Pony.

Candy, que observaba la escena, decidió que era momento de hablar con ellos. Había algo en el aire, una tensión que necesitaba ser resuelta antes de que emprendieran el viaje a Italia. Con una bandeja de té y algunas galletas, se acercó a la mesa donde estaban sentados Daniel y Miranda.

 

—¿Todo está bien? —preguntó Candy con suavidad, dejando la bandeja sobre la mesa y tomando asiento frente a ellos.

 

Miranda y Daniel intercambiaron una mirada, esa clase de mirada que las personas se dan cuando comparten un secreto que les pesa en el alma. Candy lo notó inmediatamente.

 

—No puedo evitar sentir que hay algo más —dijo Candy—. Algo que no me han contado. Sé que hay algo que los está atormentando, más allá de la pandemia y las autoridades que los buscan.

 

Daniel suspiró, llevándose una mano al cabello, revolviéndolo con frustración. Finalmente, después de unos segundos de silencio, se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre la mesa.

 

—Es cierto —dijo Daniel, su voz apenas un susurro—. Hay algo más. Algo que no hemos querido contarte porque… no sabíamos cómo. Pero creo que ya no podemos seguir ocultándolo.

 

Miranda tomó la mano de Daniel, entrelazando sus dedos en un gesto de apoyo. Ella también parecía nerviosa, pero su mirada era firme.

 

—Somos más que periodistas en fuga, Candy —comenzó Miranda, su voz nerviosa—. Nuestro viaje no fue solo para escapar de las autoridades o para informar sobre la pandemia. Hay algo más… algo que podría poner en peligro nuestras vidas, y también las de quienes nos rodean.

 

Candy sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. A pesar de que su intuición le había dicho que algo no estaba bien, no estaba preparada para lo que estaba por venir.

 

—Hace unos meses, antes de que la pandemia estallara con tanta fuerza, Daniel y yo comenzamos a investigar algo muy delicado —continuó Miranda—. Algo relacionado con el gobierno y sus esfuerzos por encubrir la verdadera magnitud de la gripe española. No solo querían silenciar a la prensa, sino también ocultar cómo la enfermedad estaba afectando a los soldados que volvían de la guerra. Sabían que la situación era mucho peor de lo que decían, y no querían que el mundo lo supiera.

 

Candy frunció el ceño, tratando de comprender la magnitud de lo que Miranda le estaba contando.

 

—Entonces, ¿por qué los persiguen? —preguntó Candy, su corazón iba acelerándose cada vez mas—. ¿Solo por informar sobre la pandemia?

 

Daniel negó con la cabeza, apretando la mandíbula. Finalmente, decidió hablar.

 

—No es solo por eso. Descubrimos algo más… algo que va más allá de la pandemia. Una conspiración mucho más grande, que involucra no solo al gobierno, sino a poderosos empresarios que se están beneficiando de la guerra y de la enfermedad. La gripe se ha convertido en una oportunidad para algunos de ellos, y están dispuestos a hacer cualquier cosa para que no se descubra la verdad.

 

El silencio que siguió a las palabras de Daniel fue ensordecedor. Candy sintió que el mundo a su alrededor se detenía por un momento, mientras las implicaciones de lo que acababa de escuchar se asentaban en su mente.

 

—¿Y ustedes descubrieron esto? —preguntó finalmente Candy, con la voz temblorosa—. ¿Y por eso los están persiguiendo?

 

Daniel asintió lentamente.

 

—Publicamos un artículo, uno que revelaba algunos detalles de lo que descubrimos. Pero no fue suficiente. Los que están detrás de esto tienen mucho poder, y no tardaron en silenciar a todos los que estaban involucrados. Fuimos los únicos que logramos escapar… por ahora.

 

Candy se llevó una mano al pecho, tratando de procesar todo lo que acababa de escuchar. La gravedad de la situación la golpeó con fuerza, pero también entendió por qué Daniel y Miranda habían mantenido el secreto hasta ahora. No solo estaban en peligro ellos, sino también cualquier persona que los ayudara. Cualquier paso en falso podría ser fatal.

 

—Eso cambia muchas cosas —dijo Candy, con la mirada fija en la mesa—. Pero también significa que es aún más urgente que encontremos a Albert. Si hay alguien que puede ayudarlos, es él. Albert tiene recursos, y si está trabajando con los médicos en Italia, tal vez pueda hacer algo para protegerlos.

 

Miranda asintió, sus ojos se llenaban de gratitud. Candy siempre había sido alguien en quien confiar, y ahora más que nunca, necesitaban de su apoyo.

 

—Sabemos que te estamos pidiendo mucho —dijo Daniel—, pero no tenemos a nadie más. Tú conoces a Albert, y si hay alguien que puede ayudarnos a salir de esta, es él.

 

Candy levantó la vista, y aunque el miedo seguía presente en su corazón, también sentía una nueva resolución. No era la primera vez que se enfrentaba a situaciones desesperadas, y sabía que si había una oportunidad de ayudar, no dudaría en hacerlo.

 

—Vamos a encontrar a Albert —dijo finalmente, con firmeza—. Y lo haremos antes de que sea demasiado tarde.

 

La decisión estaba tomada. El viaje a Italia no solo sería un intento de encontrar a Albert y salvar vidas, sino también de proteger a Daniel y Miranda de un peligro mucho mayor del que habían imaginado.

 

Mientras Candy se levantaba para seguir con sus tareas, no podía evitar pensar en lo que el futuro les deparaba. La incertidumbre era abrumadora, pero al mismo tiempo, sabía que no estaba sola. La determinación y el coraje de Daniel y Miranda le recordaban que, a pesar de los obstáculos, siempre había una esperanza.




Todos los derechos reservados de la obra

CANDY CANDY
Pertenecen a sus respectivas autoras y editoriales
© Yumiko Igarashi · Keiko Nagita · Kodansha, Ltd. & Toei Animation Co., Ltd.
Japón 1975
 
 
 
 
UN NUEVO AMANECER PARA CANDY
El legado en sombras
 
Es una idea original de
© José Antonio Godoy Rivero [Tsukino]
España 2003 / 2024
 
Novelización

All right reserved


fanfic UN NUEVO AMANECER PARA CANDY. El Legado en sombra ~ Capítulo 5

 

Capítulo 5

La búsqueda de respuestas


Los días en el Hogar de Pony transcurrían con una serenidad engañosa. Aunque la rutina seguía siendo la misma, el ambiente estaba cargado de tensiones no dichas. Candy, siempre ocupada con los niños y las tareas del orfanato, no podía apartar de su mente las revelaciones de Daniel y Miranda. La preocupación por la pandemia de gripe española y, sobre todo, por Albert, la mantenía en constante alerta.

 

Era temprano por la mañana cuando Candy decidió que no podía seguir viviendo con tantas preguntas sin respuesta. Después de todo, su espíritu indomable siempre la había empujado a actuar cuando algo estaba mal. Sabía que no podía quedarse de brazos cruzados mientras sus amigos, y probablemente miles de personas más, sufrían a causa de la enfermedad.

 

La primera señal de que necesitaba encontrar respuestas llegó a través de sus contactos médicos. Durante una de sus visitas a la ciudad para recoger suministros, Candy se encontró con el doctor Martin, un médico local que había trabajado con ella en tiempos difíciles. Conversaron sobre la situación sanitaria actual, y fue él quien le confirmó algo que hasta entonces solo era un rumor: Albert estaba en Italia, involucrado en la investigación para combatir la pandemia.

 

—He oído que Albert Ardlay está trabajando con un equipo médico en Roma —le había dicho el doctor Martin mientras revisaba una serie de documentos—. Parece que está muy involucrado, tanto financiera como personalmente. Se han establecido campamentos médicos en varias zonas rurales, tratando de detener el avance de la enfermedad.

 

Las palabras del médico resonaban en la mente de Candy mientras regresaba al Hogar de Pony. El orgullo que sentía por Albert era innegable, pero también crecía en ella una profunda preocupación. Sabía que Albert no era de los que se quedaban de brazos cruzados cuando podía hacer una diferencia, pero Italia estaba sumida en el caos, y la situación sanitaria era crítica. La idea de que él estuviera en medio de todo eso, en contacto constante con la enfermedad, no le dejaba descansar.

 

Aquella noche, Candy no pudo dormir. Su mente la traicionaba, imaginando escenarios cada vez más oscuros. Veía a Albert agotado, trabajando hasta el límite de sus fuerzas en los campamentos médicos, rodeado de personas enfermas. No quería dejarse llevar por el miedo, pero los fantasmas de la guerra y la peste parecían haberse instalado en su alma.

 

Al día siguiente, mientras los niños jugaban por la colina, Candy decidió que ya no podía callar sus preocupaciones. Buscó a Daniel, que estaba en la biblioteca improvisada del orfanato, rodeado de papeles y escribiendo notas para lo que parecía ser un artículo. Cuando Candy entró, él levantó la vista, dándose cuenta inmediatamente de que ella tenía algo importante que decir.

 

—Daniel —empezó Candy, con un tono que reflejaba tanto preocupación como determinación—. He descubierto dónde está Albert exactamente.

 

Daniel dejó su pluma sobre la mesa, y Miranda, que estaba a su lado revisando documentos, levantó la mirada con interés.

 

—Está en Italia —continuó Candy—, trabajando con un equipo de médicos para encontrar una cura para la gripe. Me lo contó el doctor Martin. Está haciendo todo lo posible para ayudar a las personas que están sufriendo. Pero no puedo dejar de preocuparme por él. Italia está en una situación crítica, y Albert siempre ha sido alguien que se involucra más de lo que debería.

 

Daniel asintió lentamente, comprendiendo la gravedad de la situación.

 

—Si Albert está involucrado —dijo Daniel—, entonces seguro que las cosas están peor de lo que creíamos. Él no se lanzaría a una crisis de esta magnitud si no fuera extremadamente necesario.

 

Candy miró a ambos periodistas, tratando de no dejarse llevar por la angustia que sentía en su pecho.

 

—Creo que deberíamos ir a buscarlo —propuso finalmente—. Albert sabrá qué hacer. Si hay alguien que puede ayudarnos a encontrar una solución, es él. Además, estaré más tranquila sabiendo que está bien.

 

Miranda se mordió el labio, pensativa. No era una decisión fácil. Sabían que viajar a Italia en esos momentos sería peligroso, no solo por la pandemia, sino también por las autoridades que los perseguían. Sin embargo, también sabían que quedarse escondidos en el Hogar de Pony no era una opción a largo plazo.

 

—Candy tiene razón —dijo Miranda, finalmente rompiendo el silencio—. No podemos quedarnos aquí para siempre, esperando que todo se solucione por sí solo. Si Albert está en Italia, tal vez él pueda ofrecernos una salida, o al menos algún tipo de ayuda.

 

Daniel suspiró, sabiendo que la decisión ya estaba tomada. No podían ignorar la urgencia de la situación. Si la pandemia seguía extendiéndose sin control, el mundo entero estaría en peligro.

 

—Está decidido, entonces —dijo Daniel, mirando a ambas mujeres—. Iremos a Italia a buscar a Albert.

 

Candy sintió una mezcla de alivio y ansiedad al escuchar esas palabras. Sabía que el viaje no sería fácil, pero la idea de reunirse con Albert le daba esperanza. Mientras tanto, en lo profundo de su corazón, una pequeña semilla de miedo seguía creciendo. No podía evitar preguntarse si, al llegar a Italia, las cosas serían mucho peores de lo que imaginaba.




Todos los derechos reservados de la obra
CANDY CANDY
Pertenecen a sus respectivas autoras y editoriales
© Yumiko Igarashi · Keiko Nagita · Kodansha, Ltd. & Toei Animation Co., Ltd.
Japón 1975
 
 
 
 
UN NUEVO AMANECER PARA CANDY
El legado en sombras
 
Es una idea original de
© José Antonio Godoy Rivero [Tsukino]
España 2003 / 2024
 
Novelización

All right reserved

fanfic UN NUEVO AMANECER PARA CANDY. El Legado en sombra ~ Capítulo 7


Capítulo 7

El viaje hacia lo desconocido


El primer tren del día avanzaba a través de paisajes rurales y verdes colinas, alejándose del Hogar de Pony y llevando a Candy, Daniel y Miranda hacia Italia. El viaje era largo, pero el silencio que reinaba entre ellos era pesado, como si las palabras no fueran suficientes para expresar lo que cada uno sentía en su interior. A medida que los kilómetros se sucedían, los pensamientos de Candy se agitaban.

 

Sentada junto a la ventana, veía pasar los campos, las pequeñas casas y el reflejo de su propio rostro en el cristal. Pensaba en Albert, en lo que debía estar enfrentando tan lejos de su hogar, ayudando a combatir una pandemia devastadora. Sentía orgullo por él, pero también preocupación. Albert siempre había sido alguien en quien podía confiar, su figura paternal y protectora siempre la hacía sentir segura, pero ahora él estaba inmerso en un mundo de caos y peligro.

 

A su lado, Miranda miraba fijamente al horizonte, perdida en sus propios pensamientos. Daniel, en cambio, parecía inquieto, jugueteando con el ala de su sombrero y mirando de vez en cuando hacia Candy. Desde que habían compartido sus secretos, parecía más cercano a ella, como si el hecho de revelar su verdad los hubiera unido de alguna manera que ambos no podían explicar del todo.

 

Candy notó su mirada, y cuando los ojos se encontraron, ambos sonrieron tímidamente. Fue un gesto sutil, casi imperceptible, pero algo cálido se sintió en el ambiente. No era el momento de pensar en nada más que en lo urgente: encontrar a Albert y obtener respuestas. Pero, a pesar de la seriedad del viaje, había una leve chispa de conexión entre ellos, una sensación de compañía que les daba fuerzas para enfrentar lo que estaba por venir.

 

En el compartimento, el sonido rítmico de las ruedas sobre los rieles acompañaba el silencio reflexivo de los tres viajeros. Daniel hojeaba un pequeño cuaderno, perdido en sus anotaciones, mientras Miranda observaba a través de la ventana, absorta en sus pensamientos.

 

Candy, por su parte, fijaba la mirada en el paisaje que pasaba rápidamente ante sus ojos. Aunque el presente la llamaba con fuerza, su mente viajaba al pasado. Le parecía increíble pensar en cuánto había cambiado su vida desde que llegó al Hogar de Pony siendo una niña.

 

—¿En qué piensas? —preguntó Miranda, rompiendo el silencio, al notar la expresión distante de Candy.

 

Candy sonrió ligeramente antes de responder.

 

—En cómo todo comenzó... en el día en que fui adoptada y me separé de Annie. Recuerdo lo mucho que lloré cuando el carruaje nos llevó por caminos parecidos a estos. Tenía tanto miedo... pero la hermana Lane me dijo que cada final lleva a un nuevo comienzo. En ese momento no entendí lo que quería decir, pero ahora veo que tenía razón.

 

Miranda dejó de mirar por la ventana y dirigió toda su atención a Candy.

 

—Y ese nuevo comienzo te trajo hasta aquí, a ser quien eres ahora —dijo con una calidez inesperada en su tono.

 

Daniel levantó la vista de su cuaderno y miró a ambas mujeres con interés.

 

—Es fascinante cómo los recuerdos nos moldean. Incluso los momentos más dolorosos terminan construyendo algo en nosotros, aunque no siempre lo notemos de inmediato. ¿Cómo era esa niña que lloraba en el carruaje?

 

Candy rió suavemente, una risa que parecía contener tanto nostalgia como gratitud.

 

—Era una niña testaruda, con un espíritu fuerte, aunque en ese momento no lo sabía. Nunca habría imaginado todo lo que vendría después: los desafíos, las despedidas, pero también las personas maravillosas que conocí... como Albert, Terry... —Candy bajó la voz al pronunciar el nombre, dejando que una pausa se instalara entre ellos.

 

Daniel percibió la intensidad en sus palabras, pero no dijo nada, respetando el momento. Miranda, en cambio, le ofreció una mirada comprensiva.

 

—Tal vez este viaje sea otro de esos nuevos comienzos —aventuró Miranda, intentando animarla.

 

Candy asintió lentamente.

 

—Eso espero. A veces siento que este viaje no es solo para ayudaros a vosotros, sino para encontrar algo que me falta, aunque no estoy segura de qué es.

 

La conversación quedó suspendida cuando el revisor llamó a la puerta del compartimento, avisando que estaban cerca de su destino. El puerto se acercaba, y con él, la siguiente etapa del viaje. Mientras recogían sus cosas, Daniel observó a Candy con una mezcla de admiración y curiosidad.

 

—Puede que este viaje te sorprenda más de lo que esperas —dijo con una leve sonrisa, como si supiera algo que ella no.

 

Candy no respondió, pero en su interior sintió que él tenía razón. Había algo en este viaje que parecía diferente, como si el pasado y el presente se estuvieran entrelazando para llevarla hacia un futuro inesperado.

 

Ya en el barco que avanzaba majestuoso sobre las aguas tranquilas del Atlántico, su silueta recortándose contra un horizonte infinito. Candy se apoyaba en la barandilla del puente, dejando que el aire salado le acariciara el rostro. Había algo liberador en ese momento: el cielo abierto, el vaivén constante de las olas y la sensación de estar en un viaje que, aunque incierto, la llenaba de esperanza.

 

—Es impresionante, ¿verdad? —comentó Daniel, acercándose a su lado con las manos en los bolsillos.

 

Candy sonrió, sin apartar la mirada del horizonte.

 

—Sí, siempre me ha fascinado el mar. Me recuerda que hay tanto por descubrir, tanto más allá de lo que conocemos.

Daniel asintió, aunque su mirada se desvió hacia Candy.

 

—Eres como este océano, Candy. Tranquila en la superficie, pero con una profundidad que no muchos pueden entender.

 

Candy se sonrojó ligeramente, riendo para romper la seriedad del momento.

 

—No exageres, Daniel. Solo soy alguien que intenta encontrar su lugar en este mundo, como todos.

 

Mientras hablaban, Miranda se unió a ellos, llevando consigo una libreta en la que había estado escribiendo durante el trayecto.

 

—Espero que estéis disfrutando de la tranquilidad, porque cuando lleguemos a tierra firme, será un cambio de ritmo —bromeó, aunque en su voz había una nota de alivio.

 

El viaje en barco resultó ser una pausa inesperada en su camino, una oportunidad para descansar de las tensiones acumuladas y para acercarse como compañeros de viaje. Las largas conversaciones bajo las estrellas, los paseos por la cubierta y las risas compartidas durante las comidas crearon un lazo que ninguno de ellos había previsto.

 

Cuando finalmente desembarcaron en Europa, una fresca brisa les dio la bienvenida. Sin perder tiempo, tomaron el tren que los llevaría hacia Italia. El vagón era pequeño pero acogedor, y el ritmo constante del tren parecía devolverlos a la realidad después de los días tranquilos en el barco.

 

Candy, sentada junto a la ventana, observaba cómo el paisaje iba cambiando. Las verdes colinas y pequeños pueblos parecían salidos de un cuento, con sus techos de tejas y campanarios que anunciaban la cercanía de Italia.

 

—Es como estar en un sueño —dijo Miranda, rompiendo el silencio mientras miraba por la ventana del otro lado.

 

Daniel asintió, acomodándose en su asiento.

 

—Un sueño que nos acerca cada vez más a nuestro destino. Aunque, si soy sincero, no me importaría que este viaje durara un poco más.

 

Candy se giró hacia él, con una sonrisa que parecía reflejar sus propios sentimientos.

 

—A veces, los viajes no se tratan solo de llegar, sino de lo que encontramos en el camino.

 

Mientras el tren continuaba su trayecto hacia Italia, los tres sintieron que, de alguna manera, este viaje estaba cambiándolos. No sabían qué les esperaba al llegar, pero había algo en esa tranquilidad que les daba fuerzas para lo que vendría.

 

El tren finalmente se detuvo en una pequeña estación cerca de la frontera con Italia. El paisaje había cambiado por completo; las montañas se alzaban imponentes, y el aire era aún más frío. Candy descendió del tren con una mezcla de expectación y nerviosismo. Sabía que Albert debía estar cerca, trabajando junto a médicos y enfermeros en la lucha contra la pandemia.

 

—Estamos cerca —dijo Candy, dirigiéndose a sus acompañantes, quienes asintieron con rostros serios.

 

Daniel, siempre observador, se acercó a ella mientras caminaban hacia el campamento médico. Había algo en su expresión que mostraba gratitud, pero también algo más, una especie de admiración silenciosa.

 

—Gracias por todo lo que has hecho —murmuró, sin mirarla directamente—. No todos habrían arriesgado tanto por personas a las que apenas conocen.

 

Candy sonrió, mirando de reojo a Daniel. Había algo en sus palabras que la tocó profundamente. No era solo una muestra de agradecimiento, era una conexión que estaba creciendo entre ellos, aunque ninguno lo dijera abiertamente.

 

—Siempre he querido ayudar a quienes lo necesitan —respondió Candy suavemente—. No importa cuán difícil sea la situación.

 

El silencio que siguió estuvo cargado de significados no expresados, de pensamientos que ambos guardaron para sí mismos mientras continuaban su camino hacia el campamento.

 

Cuando llegaron, la vista fue impactante. Tiendas blancas se alzaban por todo el campo, y un constante ajetreo de médicos, enfermeras y pacientes llenaba el lugar. El sonido de la tos y el jadeo de los enfermos llegaba desde todas direcciones, creando un ambiente sombrío y cargado de angustia.

 

—Esto es peor de lo que imaginaba —dijo Miranda, observando el panorama con una expresión de horror.

 

Candy no tardó en buscar a Albert entre la multitud, y su corazón dio un vuelco cuando lo vio, con su inconfundible porte alto y su cabello rubio revuelto, dirigiendo a los médicos con la seguridad y el carisma que siempre lo habían caracterizado.

 

—¡Albert! —gritó Candy, corriendo hacia él.

 

Albert se giró, y cuando sus ojos se encontraron, una expresión de alivio y sorpresa se formó en su rostro.

 

—¡Candy! —dijo, abriéndole los brazos.

 

Candy corrió hacia él, y por un momento, todas sus preocupaciones se desvanecieron. Albert la abrazó con fuerza, como si no quisiera soltarla nunca. El reencuentro estaba lleno de emociones; después de todo lo que habían pasado, verse de nuevo era un consuelo en medio de tanta oscuridad.

 

—No sabía que vendrías —dijo Albert, mirándola con cariño, pero también con preocupación—. Este no es un lugar seguro.

 

Candy negó con la cabeza, sin poder evitar sonreír al verlo.

—No podía quedarme sin hacer nada. Además, necesitamos tu ayuda.

 

Albert miró a Daniel y Miranda, quienes se mantenían a cierta distancia, observando el emotivo reencuentro. Rápidamente, Candy le explicó todo: la pandemia, la persecución de los periodistas y la situación crítica en la que se encontraban.

 

Albert escuchó con atención, asintiendo lentamente.

 

—Es mucho lo que está en juego —dijo finalmente, dirigiendo su mirada hacia Daniel y Miranda—. Pero si hay algo que podemos hacer, lo haremos. Aquí nadie debe enfrentar el peligro solo.

 

El campamento médico se convirtió en su nuevo hogar temporal. Candy, Daniel y Miranda se quedaron allí, ayudando en lo que podían mientras trataban de mantenerse alejados de las autoridades. Durante los días que siguieron, la relación entre los tres era bastante profunda. Candy se sentía más cercana a Daniel con cada conversación, con cada mirada intercambiada. Aunque su prioridad seguía siendo ayudar a los demás y encontrar una manera de salvar vidas, en lo más profundo de su ser, empezaba a sentir algo diferente, algo que crecía con cada día que pasaban juntos.

 

Sin embargo, las palabras nunca salían. Era solo un sentimiento sutil, escondido entre las líneas de sus conversaciones y los silencios compartidos. Tal vez, pensaba Candy, ese no era el momento de pensar en ello. Había demasiado en juego.

 




Todos los derechos reservados de la obra
CANDY CANDY
Pertenecen a sus respectivas autoras y editoriales
© Yumiko Igarashi · Keiko Nagita · Kodansha, Ltd. & Toei Animation Co., Ltd.
Japón 1975
 
 
 
 
UN NUEVO AMANECER PARA CANDY
El legado en sombras
 
Es una idea original de
© José Antonio Godoy Rivero [Tsukino]
España 2003 / 2024
 
Novelización

All right reserved




12/25/2024

fanfic UN NUEVO AMANECER PARA CANDY. El Legado en sombra ~ Capítulo 4

 

Capítulo 4

La verdad detrás de las palabras


La mañana en el Hogar de Pony amaneció tranquila, con el suave canto de los pájaros acompañando la luz dorada que bañaba los campos. Candy, después de su agitada noche, decidió comenzar el día con la misma energía que siempre la caracterizaba. No quería preocupar a la señorita Pony ni a la hermana Lane con su malestar emocional, especialmente ahora que tenían huéspedes tan importantes en casa.

 

Daniel y Miranda ya estaban despiertos y sentados en la mesa, disfrutando de un sencillo desayuno preparado con cariño por las cuidadoras del hogar. Candy, como siempre, irradiaba calidez y amabilidad mientras les servía un poco más de té, intentando disimular el leve cansancio en su rostro. A pesar de todo, algo en el ambiente se sentía diferente, como si una sombra invisible envolviera la estancia.

 

—Espero que hayan descansado bien —dijo Candy con una sonrisa ligera—. El día de hoy está perfecto para dar un paseo por los alrededores. Tal vez quieran conocer un poco más de la historia del Hogar de Pony.

 

Daniel y Miranda intercambiaron miradas furtivas. Parecían nerviosos, como si estuvieran constantemente al borde de decir algo, pero nunca se atrevieran. Candy, con su sensibilidad habitual, notó esta tensión, pero decidió no presionar. Sabía que el verdadero motivo de su visita aún estaba por revelarse, y que cualquier conversación casual podría ser el preámbulo de algo mucho más profundo.

Después de desayunar, Candy los llevó a dar un paseo por los jardines y los campos que rodeaban el orfanato. El sol brillaba con fuerza, y el aire limpio parecía revitalizar tanto a los periodistas como a Candy. Los niños del Hogar jugaban a lo lejos, sus risas llenaban el ambiente con una alegría despreocupada que contrastaba con la ansiedad latente en los dos jóvenes periodistas.

 

Finalmente, en un pequeño claro rodeado de árboles, Daniel detuvo el paso, mirando fijamente a Candy. Había algo en su expresión que parecía haber cambiado, como si estuviera luchando consigo mismo para tomar una decisión importante.

 

—Candy, creo que es hora de que te contemos la verdad —dijo Daniel, su voz sonaba ligeramente temblorosa —. No podemos seguir ocultándolo más.

 

Candy lo miró con una mezcla de curiosidad y preocupación. Miranda, por su parte, se mantenía en silencio, pero su expresión confirmaba que lo que estaban a punto de decir no sería fácil de escuchar.

 

—No somos sólo dos simples escritores en busca de historias —continuó Daniel, evitando la mirada de Candy mientras hablaba—. Somos periodistas... y estamos huyendo.

 

La confesión cayó como una losa sobre Candy, que al principio no supo cómo reaccionar. El brillo en los ojos de Daniel y Miranda había desaparecido, reemplazado por una sombra de cansancio y miedo. Candy, instintivamente, dio un paso hacia ellos.

 

—¿Huyendo? —preguntó, su voz suave, aunque inquieta—. ¿De quién? ¿Por qué?

 

Miranda fue la que tomó la palabra esta vez. Su voz, normalmente calmada, ahora temblaba de emoción contenida.

 

—Hemos estado cubriendo la pandemia de la gripe española, algo que está completamente censurado en muchos países, especialmente en aquellos que participaron en la guerra. Los gobiernos no quieren que se sepa la magnitud real de la enfermedad, no quieren que la gente entre en pánico. Nosotros... nosotros decidimos arriesgarlo todo para contar la verdad.

 

Candy los escuchaba con atención, sintiendo una mezcla de admiración y preocupación por ellos. Sabía muy bien lo peligrosa que podía ser la censura, y lo que significaba enfrentarse a autoridades que intentaban ocultar la verdad. Sin embargo, no pudo evitar preguntarse por qué habían elegido el Hogar de Pony para refugiarse.

 

—Nosotros publicamos un informe —continuó Miranda—. Lo hicimos llegar a varios medios de prensa y... las repercusiones fueron inmediatas. No sólo nos persiguen por traición, sino que han puesto un precio a nuestras cabezas. Sabíamos que el único lugar seguro sería uno lejos de la atención pública, y por eso acudimos a Albert. Él nos ayudó a encontrar este lugar, creyendo que aquí estaríamos a salvo.

 

Candy permaneció en silencio, procesando todo lo que acababa de escuchar. Albert siempre había sido alguien dispuesto a ayudar a los demás, y no le sorprendía que hubiera ofrecido su protección a Daniel y Miranda. Pero la gravedad de la situación era mucho mayor de lo que había imaginado. Las autoridades los estaban buscando... y el Hogar de Pony podría estar en peligro por ello.

 

—¿Y qué piensan hacer ahora? —preguntó finalmente, con una mezcla de preocupación y empatía en la voz—. No pueden quedarse escondidos para siempre.

 

Daniel soltó un suspiro profundo, y por un momento, pareció más vulnerable de lo que Candy lo había visto hasta entonces.

 

—No lo sabemos —admitió—. Creímos que aquí estaríamos seguros por un tiempo, pero las cosas parecen estar empeorando. No sólo por nosotros, sino por lo que está sucediendo en el resto del mundo. La gripe se está extendiendo más rápido de lo que nadie había previsto, y aunque hemos tratado de dar a conocer la verdad, parece que estamos luchando contra una marea imparable.

Candy sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía lo devastadora que era la gripe española; había visto los estragos que había causado entre los pacientes que había atendido. Pero escuchar de primera mano lo que estaba sucediendo en el mundo, y saber que Daniel y Miranda estaban dispuestos a arriesgar sus vidas para informar al público, la hizo admirarlos aún más.

 

—Voy a ayudarles —dijo Candy, con una determinación que sorprendió a ambos periodistas—. No sé cómo, pero lo haré. Albert está en Italia, ¿verdad? —Los dos asintieron—. Entonces lo encontraremos. Pero por ahora, deben quedarse aquí. Intentaremos mantenerlos a salvo.

 

Daniel y Miranda se miraron con gratitud, aunque la preocupación seguía en sus ojos. Sabían que no podían quedarse para siempre, pero en ese momento, el ofrecimiento de Candy era el único rayo de esperanza que tenían.

 

De regreso al Hogar, Candy no podía dejar de pensar en las implicaciones de todo lo que había descubierto. Sabía que la situación era peligrosa, tanto para los periodistas como para los niños del orfanato. Pero, al mismo tiempo, no podía abandonar a Daniel y Miranda a su suerte. Algo en su corazón le decía que debía ayudarlos, tal como lo había hecho Albert con ella en el pasado.

 

Al anochecer, cuando todo parecía en calma nuevamente, Candy se asomó por la ventana de su habitación, mirando el vasto cielo estrellado. Sabía que el futuro era incierto, pero tenía una certeza: no estaba sola en esta lucha. Y con Albert, los periodistas y su propio coraje, enfrentaría lo que viniera.





Todos los derechos reservados de la obra
CANDY CANDY
Pertenecen a sus respectivas autoras y editoriales
© Yumiko Igarashi · Keiko Nagita · Kodansha, Ltd. & Toei Animation Co., Ltd.
Japón 1975
 
 
 
 
UN NUEVO AMANECER PARA CANDY
El legado en sombras
 
Es una idea original de
© José Antonio Godoy Rivero [Tsukino]
España 2003 / 2024
 
Novelización
All right reserved